De lo anónimo


Si hablamos del ser-anónimo, hablamos de flores que recogemos mientras terminamos de marchitar nuestro ego. Nos convertimos en anónimo cuando desvanecemos nuestra imagen para dar paso a la obra. Ahí vamos en nuestra vida, pensamos que somos y que permanecemos, vivimos tratando de afirmarnos cuando sabemos que nos disolvemos en polvo.

Le damos nombre hasta a las estrellas para podernos ubicar sobre el tapiz del destino. Cuando nos vemos reflejados en el universo, nos sentimos tan tontos y vacíos, tan muertos y tan chiquitos. Da igual, somos tontos, vacíos, muertos, chiquitos.