11. Entre los Caballos (Amberes - Roberto Bolaño) (Apuntes)

11. Entre los Caballos (Amberes - Roberto Bolaño) (Apuntes)

Soñé con una mujer sin boca, dice el tipo en la cama. No pude reprimir una sonrisa. Las imágenes son empujadas nuevamente por el émbolo. Mira, le dije, conozco una historia tan triste como ésa. Es un escritor que vive en las afueras de la ciudad. Se gana la vida trabajando en un picadero. Nunca ha pedido gran cosa de la vida, le basta con tener un cuarto y tiempo libre para leer. Pero un día conoce a una muchacha que vive en otra ciudad y se enamora. Deciden casarse. La muchacha vendrá a vivir con él. Se plantea el primer problema: conseguir una casa lo suficientemente grande para los dos. El segundo problema es de dónde sacar dinero para pagar esa casa. Después todo se encadena: un trabajo con ingresos fijos (en los picaderos se trabaja a comisión, más cuarto, comida y una pequeña paga al mes), legalizar sus papeles, seguridad social, etc. Por lo pronto necesita dinero para ir a la ciudad de su prometida. Un amigo le proporciona la posibilidad de escribir artículos para una revista. Él piensa que con los cuatro primeros puede pagar el autobús de ida y vuelta y tal vez algunos días de alojamiento en una pensión barata. Escribe a su chica anunciando el viaje. Pero no puede redactar ningún artículo. Pasa las tardes sentado a una mesa de la terraza del picadero intentando escribir, pero no puede. No le sale nada, como vulgarmente se dice. El tipo reconoce que está acabado. Sólo escribe breves textos policiales. El viaje se aleja de su futuro, se pierde, y él permanece apático, quieto, trabajando de manera automática entre los caballos.

Teoría de la autodestrucción (Alejandro José P.E - Blog: Suicidofilia) (Apuntes)

Teoría de la autodestrucción (Alejandro José P.E - Blog: Suicidofilia)

Los seres humanos somos seres vivos. Nada más. Cuya existencia viene envuelta en un halo de misterio, dada nuestra desconcertante procedencia. Una creación de materia sin principio posible, sin futuro definido. Esta absurda cadena de acontecimientos ha dado lugar a un elemento asombroso a la vez que estúpido. La vida. La naturaleza. Un gran ente que muta y evoluciona constantemente, adoptando curiosas formas. Nosotros somos una de ellas. Una gigantesca cadena de montaje sin sentido, de la cual somos un simple engranaje que tiene la capacidad de preguntarse quien fue el primero en construir tamaña atrocidad. Y como el resto de seres vivos, seguimos evolucionando. Podemos descubrir el funcionamiento de la naturaleza, cuales son sus orígenes y hacia donde va. Pero no podemos encontrar la razón por la cual vamos a formar parte de todo esto. Lo cierto es que no la hay.
En nuestras formas más primitivas, no nos diferenciábamos del resto de seres vivos. Seguimos sin hacerlo. Sin embargo nosotros estamos por encima, en el camino hacia una cumbre incierta, puede que inexistente. Hemos adquirido inteligencia, hemos construido sociedades y dominado el resto del planeta (depende del punto de vista del que se observe, las hormigas son más). Pero lo cierto es que estamos escalando por que debemos hacerlo. Debemos evolucionar y seguir reproduciéndonos y perpetuar la especie. Exactamente igual que el resto de nuestros compañeros del universo. Como si fuésemos autómatas, fijados a un programa, con miles de variables y parámetros. Y nos gusta. Nos gusta vivir. Apreciamos cada momento, tratando de respirar aire puro, soñando con prados verdes y enterneciéndonos con niños pequeños. Claro, nos gusta todo aquello que nos permite vivir. Y nos gusta vivir por que estamos vivos. Si no nos gustara mantener relaciones sexuales, no procrearíamos. Si no nos gustara vivir, desapareceríamos. Robots, no somos nada más que eso. Un tentáculo de la naturaleza, que sigue sus designios y que con el tiempo, se vuelve defectuoso y dañino para nuestra omnipotente madre. Un poco de polvo, que se sacude cuando molesta. Y nos creíamos hijos de Dios.
Tenemos que saber, que nadie nos protege. Debemos darnos cuenta de que toda esta incoherencia llamada vida, a la cual amamos y tratamos de mantener hasta el límite, no tiene ningún sentido. Es una sinrazón. Estamos obligados a formar parte de esta cadena de montaje, a ser un engranaje más hasta dejar de ser útiles. Pero ¿y si nos negáramos?¿y si pudiésemos decidir que no deseamos ser una herramienta, que no vamos a contribuir a seguir con esta maldita farsa?. Lo cierto es que no podemos, somos robots. Y estamos programados para seguir queriendo vivir y ser esclavos de nuestra madre naturaleza.
Quizá no hemos llegado a esa cumbre imaginaria, o no hemos llegado todavía todo lo alto que podíamos llegar. No nos comunicamos por telepatía, ni volamos y necesitamos alimentarnos para no quedarnos sin combustible. Pero hemos logrado algo que ningún otro ser conocido es capaz de realizar. Me atrevería a decir, y sería un cobarde si no dijera, que pienso que se trata del mayor logro evolutivo conseguido hasta ahora. Se trata de la Autodestrucción. El suicidio. Morir en el momento en que lo deseamos. Poder decidir si queremos seguir siendo un ser vivo. ¿Pero, somos libres cuando nos suicidamos?. Normalmente el suicidio se asocia al dolor insoportable. La persona no puede seguir aguantando el sufrimiento y decide que no tiene sentido seguir prolongando su vida. En este caso recibe la denominación de eutanasia. La buena muerte. También suele vincularse el suicido con un estado de enajenación transitoria. El dolor del momento no nos deja ver que existe un futuro que puede mejorar nuestra situación. Es aquí donde introduzco mi duda. Se supone que estamos locos cuando no queremos seguir viviendo. Todo aquello que vaya contra la vida, contra nuestra madre, es tildado de enfermizo. En algunas religiones, el suicida va al infierno. Y yo me pregunto, realmente el suicida se encuentra en un estado de incoherencia, o es justamente el momento más lúcido de su vida.
Olvidándonos de todo lo que nos han enseñado, intentando dejar nuestros valores a un lado, ¿no sería el suicidio el único medio para dejar de formar parte de esta sinrazón, llamada vida? Ahora podemos elegir si queremos seguir viviendo o por el contrario acabar con todo. Podemos preguntarnos por qué íbamos a querer morir, si podemos seguir siendo unas marionetas que creen ser felices. Pero también tenemos el poder de gritar a nuestra gran madre, ¡No queremos ser una pieza más de todo este montaje! No somos tus esclavos. Nos has dado el regalo de la vida y no lo queremos, por que tan sólo tú sales beneficiada. Ahora somos libres.¡Dejemos de existir!

Carta Gary Gilmore a Nicole (La canción del Verdugo - Norman Mailer)

Carta Gary Gilmore a Nicole (La canción del Verdugo - Norman Mailer)

3 de agosto.

Nada de cuánto llevó vivido me permitía esperar un amor abierto y sincero, como el que tú me has dado. Estoy tan hecho a la hostilidad y a las idioteces, a la mezquindad y al engaño, a la maldad y el odio, que todas esas cosas se han convertido en mi hábitat natural y me han modelado. Miró al mundo con ojos de sospecha, de duda, de miedo, de odio, ojos que se burlan y engañan, ojos de vanidad y egoísmo. Todo lo inaceptable me parece natural, y como tal he llegado a admitirlo. Mirando alrededor de esta fea celda inmunda comprendo que es el lugar que me corresponde, porque ¿qué sitio podría ser el mío, si no este lugar sucio y húmedo? El suelo está encharcado de agua del jodido retrete, que no funciona bien. La ducha está asquerosa, y el delgado jergón que me dieron, negro de puro viejo. No tengo almohada. Los rincones hay cucarachas muertas, y por la noche mosquitos, y la luz es mortecina. A solas con mis pensamientos, noto la decrepitud. ¿Recuerdas que te hable de La Decrepitud y que tú dijiste lo feo que era eso, la decrepitud, la decrepitud? También oigo el rechinar de las ruedas de la carretera, es fea como el carajo y se me acerca tanto. Siendo niño tuve una pesadilla... Soñé que me decapitaban. Pero no fue un simple sueño, sino más bien como un recuerdo. Me hizo saltar de la cama. Fue una especie de momento decisivo de mi vida... En los últimos tiempos comienza a cobrar sentido: Tengo una deuda pendiente de antiguo. Esto debe deprimirte, Nicole. No le había hablado a nadie de ello, salvo a mi madre, la noche de la pesadilla, cuando ella acudió a consolarme; pero ya no volvimos a tocar nunca más ese tema. Así empecé a explicártelo una noche, hasta que me resultó Claro que no querías que te hablase de eso. A veces han pasado años sin que pensara en ello verdaderamente, hasta que, de golpe, algo (la imagen de una guillotina, el tajo de un cadalso, el hacha de un verdugo, o hasta una soga) me devuelve al recuerdo y pasó días con la sensación de estar a punto de descubrir algo muy personal, algo que me concierne. Algo que, aunque no consumado, me marea. Como una deuda, diría yo. Ojalá lo supiera.

Una vez, recuerdas, me preguntaste si era el diablo. No lo soy. El diablo se mostraría mucho más inteligente que yo, actuaría a una escala mucho mayor y, desde luego, no sentiría remordimientos. De manera que no soy Belcebú. También sé que el diablo es incapaz de sentir amor. Lo que podría suceder es que estuviera mucho más cerca de él, que de Dios. Lo cual no está bien. Se diría que conozco mucho más de cerca el mal, que la bondad, y eso tampoco es buena cosa. Quiero estar en paz, quedar en paz, integró, con mis deudas saldadas (¡cueste eso lo que costase!) no tener ningún baldón, ningún motivo de temor ni remordimiento. No quisiera parecer grotesco, pero me gustaría comparecer ante Dios sabiéndome limpio, justo y recto. Cuando uno es todas esas cosas, no sabe, y cuando no las es, también. Lo llevamos dentro, todos y cada uno de nosotros; sólo que, por lo visto, yo me aparté de ello, y cuando quise volver a ese camino, lo hice mal, me desalenté, me venció el aburrimiento y la pereza, y, por último, me hice aceptable. Pero ¿qué hacer ahora? No lo sé. ¿Colgarme?

Llevo años pensando en eso, y es posible que lo haga ¿debo confiar en que el Estado me ejecute? Eso resulta más aceptable y fácil que el suicidio. Pero aquí no ajuician a nadie desde y 1963 (poco más o menos la fecha en que se suspendieron las ejecuciones en todas partes). ¿qué hacer, pues? ¿pudrirme en prisión? ¿envejecer y amargarme y darle vueltas a la misma idea hasta convencerme de que soy yo el que sale jorobado, de que soy una simple víctima de las borricadas de una sociedad? ¿qué puedo hacer? ¿consumir mi vida en la cárcel buscando el Dios que tanto tiempo deseado conocer? ¿volver a mi pintura? ¿componer poesía? ¿jugar al balonmano? ¿reconocerme el alma pensando en el portentoso amor que me diste y que yo tiré cierta noche del lunes, porque mi mala crianza no me permitía pasarme sin una furgoneta blanca que quería inmediatamente? ¿qué hacer? Porque siempre nos queda una opción, ¿no es eso? 

No vayas a pensar, Ángel mío, qué te pido respuesta unas preguntas que yo mismo no sé contestar. Debo decir por mi cuenta. Pero, si se te ocurre comentar, sugerir, decir algo, flaco gire con la mejor voluntad. 

Dios mío, cómo te quiero, Nicole.

Mirada (XL)


De las personas intelectuales alejadme, porque de ellos será el reino de las desgracias...