Carta a un joven prosista (Cobro de Sangre - Mario Mendoza)

Carta a un joven prosista (Cobro de Sangre - Mario Mendoza)

Querido Alfonso, lo primero que tienes que aprender es que el tiempo de afuera, el tiempo veloz y acelerado del comercio y las comunicaciones, no es el tiempo de la creación, el tuyo, el interno. Debes separar esas dos vivencias temporales. La construcción de tu obra sucederá lentamente, en silencio, e irá acompañada de una reflexión pausada y profunda sobre ti mismo y sobre el mundo que te rodea. La insatisfacción de vivir en una realidad que te desagrada y te decepciona irá acompañada de una necesidad de reemplazar esa realidad por otra, por la tuya, por la que irá surgiendo en los libros poco a poco. Se trata de matar a Dios y de tomar su puesto por asalto. Semejante atrevimiento no lo vas a lograr de la noche a la mañana. Es un proceso de años. Uno de los errores más comunes de los prosistas jóvenes es precisamente ése: afanarse en escribir y publicar, dejarse meter prisa, confundir los dos tiempos de los que te hablo. El resultado lo has visto tú mismo: una prosa ligera, verde, y una inmadurez que salta a la vista desde las primeras páginas. Cuando esto sucede, el artista no logra destronar al Rey de la creación, a lo sumo ejecuta unas cuantas escaramuzas sin peso ni sustancia, No caigas en la tentación de apresurarte y de abortar tu plan de abordaje. Quédate agazapado, pensando, organizando, reflexionando, madurando. No olvides que esta rebelión implica también una lucha tremenda y a muerte con la sociedad que te vigila, que te juzga y que te exige resultados profesionales inmediatos. Sublevarse contra la sociedad no es cuestión de unas cuantas pataletas adolescentes. Es mucho más difícil que eso. Significa derrumbar una serie de estructuras mentales que no están afuera, allá, en los demás, sino adentro, en ti mismo. La clase social a la que perteneces (sea la que sea) implica una educación determinada en la cual te inoculan conceptos, gustos, sueños, ilusiones, afectos, maneras de juzgar, en fin, es un paquete completo que no vas a quitarte de encima sin esfuerzo y dedicación. Los años de formación son también eso: una decodificación de la clase social que nos ha marcado con su sello inconfundible. Es decir, la primera batalla que debes ganar en contra de ti mismo. Quien no sabe vencerse no puede pretender convertirse algún día en un creador, en un dador de vida. Como deber intuir, la época por la que estás pasando es la más ardua, la más difícil, la que te llevará a combates contra ti nada fáciles de superar. Por algo es la época que se saltan todos, el estado de conciencia que no soportan, la angustia de estar consigo mismos que prefieren rechazar. Esta es la prueba definitiva. No busques atajos porque no los hay. Ahí, en el interior de la ballena, debes convocar a todos tus fantasmas y librar con ellos la gran batalla de la soledad. Más adelante tus personajes se nutrirán y se alimentarán de estos instantes por los que estás atravesando, toda tu obra girará en torno a estos espíritus que ahora tanto te atormentan, que te hieren, que te maltratan y te torturan de día y de noche sin dejarte respirar. Tranquilo. Los irás reconociendo poco a poco, te serán familiares con el paso del tiempo, y luego los vencerás para obligarlos a convertirse en tus grandes aliados, en tus mejores soldados. Tu inconsciente es el gran pozo de donde nacerá toda tu obra. Conócelo, enfréntalo, ámalo. Al final, listo ya para comenzar la construcción de una nueva realidad, te llegará la época de la concentración y la disciplina, el trabajo diario con las palabras, los trucos del oficio. Y llegará también el momento de la edición, de tus libros en las librerías, y te parecerá mentira que tú hayas sido capaz de tanta paciencia y tanta terquedad. Pero si no cruzas correctamente el período de tu formación, todo el resto será una farsa y una pantomima de muy baja calidad. Sé que no puedo serte útil en este momento, Alfonso, que estás sólo, sin brújula, sin un abrazo, sin nadie que te reconforte ni te dé alientos. Pero si de algo te sirve, quiero decirte que tus cuentos son magníficos, que tengo fe en ti, que creo en tu talento y que estoy seguro de que un día tendré el placer de leer para regocijarme en la hondura de tus personajes y en la honestidad de tus historias.
Que Hermes, el dios del lenguaje, te sea propicio.
Tu profesor,
Efraín