De el Amor (VII)


Poco a poco, uno aprende que el amor no se trata de salvaguardarse en la primera palmera, ni que la pareja perfecta es aquella que no tiene imperfectos. Uno aprende a pedirle algo más que amor a la persona, pero tampoco desea que se muera en caso de que uno no esté. Aprende a ver a las personas por los actos valiosos y no solo por las capacidades que tiene, a recibir llamadas con un gracias y a contestarlas con un sincero hasta mañana. Aprende a ser directo y a poner los problemas sobre la mesa para darle la oportunidad de huir. Poco a poco uno aprende a apreciar la sonrisa de la vida y a buscar no solamente deseo en los ojos de quien habita el cuerpo. Uno aprende a estar solo, y a no retener compañías, sino lograr una real confianza y la felicidad no se vuelve un juego de promesas, sino un momento compartido, un abrazo furtivo, la voz de alguien a las doce de la noche, o el propósito de que cuando se vaya, nadie tenga que saltar de boca en boca para calmar la tristeza, sino que se forjen más caminos hacia el infinito.