Mandrágora (III)
Los dioses oscuros danzan en mi cerebro. Las emociones se vuelven densas en el recordar y el fuego todavía se escucha a lo lejos. La música de sacrificio brilla con intensidad y el olor de la sangre rodea el ambiente.
¿Donde estás pequeña virgen? Te prometí caramelos y golosinas.
Allí está, Ella hace que se mueva y se contraiga mi vientre, de felicidad cruda, de ira destructiva.
Pequeña diosa, trae el libertinaje entre sus caderas y brinda a este ser los estados de demencia adecuados para conseguir la sabiduría... Pequeña diosa, fecundame con tus sinfonías rojas y déjame ver este infierno de satisfacción. Eres la divinidad hecha ritual, cortemos nuestra carne para sangrar en busca de mi ser...