Bitácora a un niño-pez
Hay días que lo recuerdo, verlo contento me alegra también. Recuerdo una época donde solía ser así. Mi anestesia era lo que llamaba amistad en esos momentos y mis pasatiempos no distaban del distraerme sin dañar a nadie. A veces me adentraba en conversaciones filosóficas que se extendían hasta terminado el trago. Ver como sonríe me indica lo mucho que ha crecido. Después de un tiempo la sombra se hace vieja y los oídos se vuelven reacios a escuchar la calle. Sin embargo, quedarse con los miedos opaca y destruye, es menester depurarse de lo que embota al humano. En mi caso he perdido practica en la sorpresa, pero a cambio he ganado poder describir mi entorno más profundo y vivir menos del absurdo, sin embargo, todavía me quedo con la felicidad de alegrarme de vivir, del soñar un rato y esperar que las cosas sean siempre mejores para todos, para vos, para mí.