Si hablamos de gustos, soy muy variable. Hombres, Mujeres, Travestís y todo lo que se atraviese desde que cumplan ciertas condiciones. Y no se trata de volar como dice Girondo, eso ya lo pasé hace tiempo. Sino que simplemente tengan Duende como dice Lorca, tengan chispa.
Si hablamos de personas, me encantan las que están rotas, las que son tristes. Amo a las que no desean vivir más de la cuenta por que son prudentes con la vida, y sin embargo, admiro a las que se quedan vi-viendo a ver si el mundo les da un premio al fracaso.
Si hablamos de otros gustos, soy un despilfarre de emociones. No concibo el quedarme quieto entre una sola. A veces triste, a veces alegre, puedo cambiar de treinta y dos emociones a sesenta y cuatro en dos horas. Lo puedo hacer más rápido, pero prefiero dedicarle un poco de tiempo a cada emoción para sentir como cada una pasa por mí.
Si hablamos de voces, tengo una que me habla de alquimia y me pide que siga cambiándome hasta volverme algo oscuro, algo denso... y poco a poco le voy haciendo caso. Otra me pide que vaya al trabajo y no mande todo a la mierda, y cada vez esa, pesa menos.
Si hablamos de algo más no creo que haya necesidad, el autor es invalido ante su obra. Da igual lo que se escriba de uno mismo salvo que nada se va a preservar sino como obra y no como esencia. Sí, escribo por escribir, no por vocación o designio divino, no como fuente para cambiar el universo externo, no como creador de obras que reflejen la condición humana. Escribo por método de ensayo y error para describirme y hacer catarsis de mis obras mal logradas, como necesidad de explorarme antes de volver al ciclo de energía, como fuente de conexión entre lo divino y lo terrenal. Mis dedos dejan escapar las tildes que alguna vez tuve que escribir, pero es tarde. Por más que desee, las tildes ya no tienen valor en mi vida.