Los demonios azules recorren la estratosfera. Buscan conocimiento de luz para poder socavar al universo. Tragan la ira y la convierten en alegría, evocan falsos ritos para obtener la fantasía de los hombres y hacerlos semidioses por medio de la imaginación.
Un demonio azul se acercó en estos días a mi casa. Me ha convidado pan de avellana y alguna que otra droga contra la monotonía. Él, leviatán, me acunó y me lamió la cara para sacarme varios pensamientos. No pudo. Soy inmune a la locura, soy el hombre más cuerdo que han conocido. La imaginación no se encuentra en mi cabeza, pues todo lo que yo escribo, digo y soy, es realismo en la dimensión que habito.