Con gran tristeza he notado que los que hemos transitado realmente por la senda de la locura para alcanzar nuestra iluminación, adquirimos después de un tiempo el miedo a perder la cordura. Escuchamos las voces de la glotona tristeza y nos aventamos al infortunio de la infelicidad, pensamos demasiado en nuestro propósito en la vida y nos impulsamos soezmente contra todo nuestro entorno buscando romper la telaraña que nos ata a los actos vanos. Cuan desgraciados hemos llegado a ser esperando que otros hagan nuestro trabajo y que nos den alegría mientras somos reconocidos.
Es un discurso largo que aplicamos para calmarnos cuando no hemos perdido el miedo. Si nos deshiciéramos de ese temor tan visceral y diéramos por sentado que en algún momento perderemos nuestra cordura podríamos realmente crecer sin límites y dejar de obviar nuestra naturaleza destructiva. No se trata de mantener a la bestia represada sino de hacerse amigo de ésta. No se trata de acabar con nuestra esencia sino de hacer que ésta fluya sin demasiada intranquilidad.
Y mientras las voces me hablan, recuerdo las palabras de la chica-arcoíris:
A veces el suicidio no es tan malo, es solo otro paso hacia el karma... una solución de involución, pero al fin y al cabo también es un movimiento.