Del Escritor (XIII)
Escribir hasta que se partan los dedos y las palabras cambien de significado, hasta que se invoque a quien no debe ser invocado y el viento borre sus huellas. Escribir por escribir, para separar el alma del cuerpo, a la mente de los huesos, a la vida de las vivencias. Escribir por hambre, con hambre, para el hambre; escribir porque no hay más supervivencia que la del esperma hecho tinta, y cada explicación se vuelve un racimo de infelices letras que promulgan ser deseadas. Escribir porque es necesario golpear, follar, penetrar salvajemente, para así arrancarse del abismo y recrearse en los ojos de los cuervos lectores. Escribir y escribir, con teclado o con el coño, con el tambalear de cada espora, con la razón del cantador, con el olvido del tuerto que fantasea con ser escritor para no ser ciego. Escribir y escribir hasta que se rompa el firmamento.