Lloramos por moda en público. Lloramos por necesidad en privado. Agredemos lo que lloramos para no volverlo a amar. Nuestros muertos nos lloran desde la tumba y el manual de Girondo lo vemos como poesía. Los ángeles se rompen los dientes mientras nos lloran y nuestros demonios lo hacen de felicidad. Y todavía no hemos aprendido a perdonar a quienes lloran por cosas ínfimas, o a quienes lo hacen llevados por su eterna sensibilidad. Ojalá hoy lloremos de alegría y orgasmos, y que el llanto nos siga conservando humanos.