Hay que enamorarse de la vida y de la muerte, del que se vive matando para poder sentirse vivo.
Conocí a una mujer que se la pasa pensando en dejar que la vida la mate, pero la vida la ama. Se ha metido pastillas, ha tratado de botarse de edificios, tiene varios cortes y hasta se ha roto adentro, pero no muere. La inmortal le digo entre chiste y chanza, pero aparta sus ojitos y dice que la vida no la ama.
Hace poco me enteré que era muy frágil. Dejé de hablar con ella para que se quedara en su mundo y no se atara a mí. Tal vez, algún día, si vuelvo a hablar con ella y la veo, consiga verle reír.
A veces sueño con ella. Al levantarme, escupo sangre y siento dolor en todo el cuerpo.