La locura como elemento primario para desarrollar la sabiduría. La sensación de muerte para corroborar la inmortalidad.
Todo se marchita por que quiere vivir nuevamente. Todo se azuleja en este cielo nuevo. La locura como acto patológico para volvernos sensibles, para volver al inicio de nuestra divinidad.
El conocimiento como elemento secundario para desarrollar la sabiduría. Sea adquirido por la vía empírica, o la vía académica, el conocimiento es una llave para mundos ficticios nuevos.
Se rompen los ciclos y se convierten en espirales para poder cambiar el conocimiento, para acelerar los procesos, para no atarse al samsara.
El amor como elemento tercero para desarrollar la sabiduría. Amar todo lo que se ha tenido, entregado a dejar ir en forma amorosa. Amar la madre y al hijo, al vientre, al sexo. Amar con violencia porque de la ira se desprende la fuerza necesaria para seguir viviendo.
Se invoca la entrepierna, pero se guarda cuando es necesario. Cada proceso conlleva a otro mejor, menos ilusorio y más terrenal.
La ambición como cuarto factor para desarrollar la sabiduría. Tomarlo todo del mundo, con tranquilidad y con deseo. Atraer lo positivo y alejar lo negativo.
El guerrero tiene la destreza de pelear la batalla. Siempre ganará si es ambicioso en su mirar, sin llegar al egoísmo.
Los demás caminos se tornan. La evolución como método aplicable a todos ellos. La sabiduría emana del cuerpo del bendecido, los sueños se vuelven la iluminación ya adquirida al nacer. Estamos completos y solo nos queda el pulirnos. Bendita sea la sombra como fuente de ancla a la realidad.