Todas las noches viene un demonio a mi cama, me toca y me susurra cosas al oído; habla horas y horas sobre teorías existencialistas acerca de su padre en los cielos. Todo eso ocurre mientras trato de conciliar el sueño. Al dormir, antes de caer en el estado de inconsciencia, alcanzo a percibir su garra acariciando mi cabello y mis piernas. Luego, sueño con civilizaciones perdidas y el fin del universo, sueño con tentáculos lovecraftianos y con otras aberraciones literarias del más allá. Aveces soy un emisario de la paz, otras, un ente de guerra que se desplaza entre mundos.
El demonio me despierta, me levanta las manos para que no caiga otra vez dormido, me sopla las cejas y me recita poemas mientras me baño. Antes de salir de la casa, me peina teniendo en cuenta mis tres remolinos, me da la bendición y me envía a trabajar mientras el comete las más bajas aberraciones dentro de mí.
Lararararara, lararararara, lararararara, larararararara
Ahí está otra vez con su canto alegre dentro de mi adolorida cabeza.