La mano de Buda (III)


Es esa rabia que todo lo puede, que ni con siete pajas se quita, que todo el tiempo está latente, insigne, allí en lo alto de las montañas de la locura. La rabia que nos hace seres de divinidad, la rabia que dota de turbulencia al mar y de furia al huracán, la rabia que sofoca la fogata y aviva el incendio, que devasta la presa y repele las migraciones. La rabia en su esplendor, negra y roja como la sangre seca, como el interior de un huevo triturado, como el mantra que se vuelve castigo, como la mano de buda cerrándose al final del silencio.