Soy una enfermedad, una de las virulentas. Soy una nota en sostenido con la vida. Soy un Océano de sentimientos abnegados al porvenir, una reliquia del imperio naciente antiguo. Soy un amalgama de tanta vacuidad entretejida con errores del incierto.
Soy una onomatopeya de huesos rotos y sangre derramada... el ruido de las tazas de té que se chocan en la cama. Soy el sonido que se desprende de la negación y la muletilla viciosa de la calma. Un crac, un splash y un pum. Un croar, un balar y un trinar. Soy la brisa en medio del ojo del huracán.
Soy un hombre muy viejo con una sonrisa profunda dentro del mar. Un bosque lleno de peces piraña, la naturaleza me ha dado inviernos por cabello. Soy un cruce de caminos donde se agolpan los espíritus antiguos esperando a que el hombre sol gire y gire sin destino.
Soy el hijo de una pantera blanca, la escama de un basilisco. Soy un zorro habitado por humanos, una luz pequeña creada por luciérnagas... Ay de mis huéspedes, pues pueden burlarme por que yo soy la memoria, pero también la inconsciencia.
Soy un extraño y tengo la sangre ahogada entre los menos que rodean mi vida. Ella dice que soy hermafrodita, le he dicho que estoy lleno de esperanza. De mí nacen las espirales errantes paridas del orgullo. Soy la prueba de que existe la irrealidad he sido creado por los otros, por los de más adentro; mis huellas han recorrido la luna antes del nacimiento del sol. Alguna vez fui una salamandra que encerraba a una mujer como semilla de mostaza.
El principio de la creación germinó dentro, en mi cuerpo, sé la palabra que se pronuncio cuando estallo todo y fue creado el universo. Soy un nuevo árbol de la vida, con sus circulitos y sus líneas. Soy el águila que destroza al titán y al mismo tiempo soy el destrozado por el águila.
¿El ángel caído todavía contiene divinidad?