Las notas se agolpan en mi cabeza, me acosan, me postran, me someten. Vuelvo una vez más a ser su esclavo, sintiendo como el desespero llega a mi garganta y sale en forma de voz. Las notas se me forman a mi alrededor como liquido amniótico y me hacen sentir seguro dentro de un vientre tonal. Las notas me susurran como debo llevarlas a pasear a través de tritonos inestables y hacen sentir útil mis manos una vez más. Las notas me golpean sádicamente en el fondo de mi corazón y me trastornan la cabeza ahogando mi ser en incomprensibles y apetitosas secuencias repetitivas. Bach, Mozart y demás artistas juegan en mi cabeza atolondrada y me tuercen la poca cordura, hasta que por fin, después de tanto pensarlo mi voz, ronca, cansada, algo seca y muerta dice con alegría fúnebre... “Do, Re Mi, Fa, Sol, La, Si, Do”.