Del Escritor (I)
(02 de noviembre de 2010)
(02 de noviembre de 2010)
Entre las sombras del destino dejé que mi vida se fuera, consumida por la ilusión, y como salida a la misma lujuria, alejé la cordura de mi cabeza, mis piernas ya no tiemblan. Mientras mi alma se carcomía entre pavimento y alquitrán, mis huesos se volvieron comida de arboles de invierno. Me resguarde en la vieja cabaña de los pecados, empecé a planear como serle útil a la ironía en la que existe el universo.
Mi cabeza llena de hastió repetía y repetía y volvía de nuevo a repetir el vago pensamiento de dejar de ser carne sin vida. La quimera dentro de mi propia leyenda vino y me hizo amo del señor dragón. Sodomicé con sadismo a la princesa una y otra vez en el castillo, aunque mientras lo hacía, pensaba en donde iba a colocar la cabeza de mi presa cuando muriera. Al eyacular, sentí el aliento de los espectros lovecraftianos y vislumbre el infierno dentro de la muralla. Sacié mi curiosidad entrando en el pantano y rogué para que destajaran mis órganos con rapidez aquellas criaturas.
Me quité los nudos en los dedos. Golpeé mi corazón que se había jactado hasta ese instante de ser el que más sentía y envié a la mierda la poca decencia y cordura que quedaban, destruyendo mis lagrimas en el proceso. Ya no me importó el tiempo vivido con las musas, porque siempre asesinarán a la mujer que amo, y yo terminaré disparando igual que Al caponé. Saboreé la victoria antes de caer al suelo con mis vísceras destrozadas profiriendo el más grande gemido emotivo no antes dicho.
Después de enmascarar, magullar, masacrar y finalmente matar a mi voluble alma, me di cuenta que tenía el consuelo de haber realizado todo lo que debía de haber hecho. Termine por darle la manzana a Eva y ser expulsado del paraíso.
Y después de esto, únicamente cuando seguí los pasos del ermitaño, decidí escribir.