"Las cosas pasan porque deben pasar", "Dios lo quiso así". "Es el destino".
No, las cosas no pasan porque sí, sin razón aparente, o porque Dios en su infinita gloria lo ha deseado.
Eso de darse golpecitos en el pecho, seguir llorando en vano y ser hipócrita con uno mismo con tal de no sufrir está mandado a recoger. Afrontar los errores es la construcción para el real humano. Todos dañamos, a veces de forma intencional, otras veces sin desearlo. Pero la vida no solo es tragicomedia.
La causalidad reina; sin embargo la ignoramos.
Las consecuencias no nos importan, habremos muerto cuando las cosas se conozcan, o seremos viejos y tendremos tiempo para resarcirnos. Patrañas. Esas cosas le pasan a los demás, nosotros somos diferentes, no hay necesidad de pelear con los demás, para qué afrontar. Patrañas.
Las cosas pasan porque en algún momento hicimos o dimos el empujón para que eso pasara, o dejamos de hacer. El quedarse quieto es también un movimiento, y la brisa más leve puede crear huracanes. Entonces, a pesar de ver las piedras grandes, no hay necesidad de sentirse lástima, ni darse golpecitos en el pecho o sentirse víctima. Para disminuir el ego roto es necesario dejar el sufrimiento y convertir las experiencias en vivencias positivas.