A mis treinta y tres he aprendido que no se trata de rogar sino de decir las cosas que uno piensa; de saber que los amigos se van y que la soledad es una muy buena compañía cuando se construye; a que no importa que uno esté roto, siempre estará sonriendo al siguiente día; a que mamá mintió mil veces pero sigue siendo importante; a que no importa por cuantas experiencias pases, algo te puede impresionar y aturdir totalmente; a que a las personas que no quieren estar no se les dedica tiempo; a que todo va sonriéndole a uno, así uno no quiera; a que no le debes creer a un profesor sino a su humanidad.
A mis treinta y tres he aprendido que lo que uno estudia lo define como ser humano, por eso hay que estudiar mucho y opuesto, a que la gente miente, y tú mientes el doble; a que ya nada te destruye, solo te construye en el camino; a que todavía puedes estar más cansado que otros días pero no por eso dejas de soñar con cosas bonitas; a que puedes conocer gente en los lugares menos pensados y aún así, no es necesario hablar con ellos toda la vida; a que tus compañeros de estudio y talleres pueden ser inhumanos así estudien una humanidad.
A mis treinta y tres siendo que va la vida y que no queda mucho camino, pero es bonito acercarse a los otros y reírse un rato de tanta vida.