La poesía me ha enfriado. Leo a los “mejores” y veo como la palabra dolor se hace recurrente en su vocabulario. He hilado con mi argot las costumbres de quienes me rodean.
La poesía me ha traído desgracia. Desde que supe que se podía expresar lo inefable no he podido dormir sin poder describirme. Nazco como pájaro y como insecto, como liendra y como diente; gimo y parloteo, rompo el vientre, veo la oscura luz... vuelvo a mis días de primate. No sé nada.