Capítulo 8
A primera vista puede parecer que la sexualidad masculina asola el mundo; hay clubes de striptease, páginas web pornográficas, revistas como Maxim y anuncios provocativos por todas partes. Pero, a pesar de todo ello, el verdadero deseo masculino a menudo permanece reprimido.
Los hombres piensan mucho más en el sexo de lo que están dispuestos a admitir delante de las mujeres. Los profesores piensan en tirarse a sus alumnas, los padres piensan en tirarse a las amigas de sus hijas, los médicos piensan en tirarse a sus pacientes. Y, ahora mismo, por cada mujer a la que le quede una pizca de atractivo, probablemente habrá un hombre en algún lugar que se esté masturbando pensando en ella. Y puede que ella ni siquiera lo conozca. Puede ser que sea un hombre de negocios que pasó a su lado por la calle o el estudiante universitario que se sentó delante de ella en el metro. Y, si un hombre le dice lo contrario a una mujer, es porque quiere acostarse con ella, o con alguna otra mujer que puede oír sus palabras. La gran mentira de las citas modernas es que, para acostarse con una mujer, un hombre debe actuar como si no deseara hacerlo.
Lo que más les cuesta entender a las mujeres es la obsesión de los hombres por las strippers, las estrellas porno y las chicas adolescentes. Les resulta reprobable porque eso amenaza su realidad. Si eso es lo que desean los hombres ¿dónde quedan entonces sus fantasías sobre una vida feliz en pareja? Las mujeres estarían condenadas a convivir que, en vez de ellas, preferiría estar con la modelo de Victoria’s Secret o con la hija del vecino o con la dominatrix de los videos que esconde en el armario. Además, mientras una mujer envejece, siempre habrá otra que tenga dieciocho años. El amor se estrella contra la posibilidad de que lo que realmente quiera un hombre no sea una persona sino un cuerpo.
Afortunadamente, eso no es todo. Hay algo más. Los hombres pensamos mediante imágenes; de ahí que a menudo nos dejemos engañar por las imágenes. Pero lo cierto es que la fantasía a menudo supera la realidad. Yo acababa de aprender esa lección. La mayoría de los hombres la aprenden antes o después. Mystery creía que sería feliz viviendo con dos mujeres que se quisieran tanto entre sí como lo querían a él, pero, con el tiempo, lo más probable era que las chicas se aliaran contra él y que Mystery acabará siendo tan desgraciado como lo había sido con Katya.
Los hombres no somos perros. Lo que pasa es que creemos que lo somos, y, en ocasiones, actuamos como si lo fuésemos. Pero, gracias a su fe en nuestra naturaleza más noble, las mujeres tienen el increíble poder de sacar a relucir lo mejor de nosotros mismos. Ésa es una de las razones por las que los hombres tienden a huir de cualquier compromiso, y, en algunos casos, como el de Mystery, incluso se rebelan contra éste esforzándose por sacar a relucir lo peor que hay en cada mujer.