No se trata de ir al abismo, se trata de ser el abismo.
De la tercera Persona y pensar que somos inmunes
Esa terquedad que tenemos para hablar en tercera persona, como si fuéramos un narrador libre de todo pecado que no le afecta ni la muerte. Es bonito comprender que nosotros hacemos parte de un universo que va más allá de nuestra pupila.
Mirada (XXIX)
Lo único que poseo es el afán del tiempo y la disposición para ser enseñado por el universo.
De el Amor (II)
Creo que uno de los problemas que nos joden en estos tiempos es el de no poder recibir amor. Realmente nos cuesta un abrazo, o una palabra bonita; sobre todo en el caso masculino cuesta recibir un detalle de otro hombre porque se asocia a mariconería, escribirle un te quiero a otro hombre es tomado de manera chocante, disocia al individuo macho alfa de pelo en pecho.
Si duda de estas palabras lo invito a que haga la prueba: dele un abrazo gigante a un buen amigo de su mismo sexo... la valentía no solo se mide en la pelea, también se mide en la capacidad que tenemos de entregarle amor al universo.
Carta a un joven prosista (Cobro de Sangre - Mario Mendoza)
Carta a un joven prosista (Cobro de Sangre - Mario Mendoza)
Querido Alfonso, lo primero que tienes que aprender es que el tiempo de afuera, el tiempo veloz y acelerado del comercio y las comunicaciones, no es el tiempo de la creación, el tuyo, el interno. Debes separar esas dos vivencias temporales. La construcción de tu obra sucederá lentamente, en silencio, e irá acompañada de una reflexión pausada y profunda sobre ti mismo y sobre el mundo que te rodea. La insatisfacción de vivir en una realidad que te desagrada y te decepciona irá acompañada de una necesidad de reemplazar esa realidad por otra, por la tuya, por la que irá surgiendo en los libros poco a poco. Se trata de matar a Dios y de tomar su puesto por asalto. Semejante atrevimiento no lo vas a lograr de la noche a la mañana. Es un proceso de años. Uno de los errores más comunes de los prosistas jóvenes es precisamente ése: afanarse en escribir y publicar, dejarse meter prisa, confundir los dos tiempos de los que te hablo. El resultado lo has visto tú mismo: una prosa ligera, verde, y una inmadurez que salta a la vista desde las primeras páginas. Cuando esto sucede, el artista no logra destronar al Rey de la creación, a lo sumo ejecuta unas cuantas escaramuzas sin peso ni sustancia, No caigas en la tentación de apresurarte y de abortar tu plan de abordaje. Quédate agazapado, pensando, organizando, reflexionando, madurando. No olvides que esta rebelión implica también una lucha tremenda y a muerte con la sociedad que te vigila, que te juzga y que te exige resultados profesionales inmediatos. Sublevarse contra la sociedad no es cuestión de unas cuantas pataletas adolescentes. Es mucho más difícil que eso. Significa derrumbar una serie de estructuras mentales que no están afuera, allá, en los demás, sino adentro, en ti mismo. La clase social a la que perteneces (sea la que sea) implica una educación determinada en la cual te inoculan conceptos, gustos, sueños, ilusiones, afectos, maneras de juzgar, en fin, es un paquete completo que no vas a quitarte de encima sin esfuerzo y dedicación. Los años de formación son también eso: una decodificación de la clase social que nos ha marcado con su sello inconfundible. Es decir, la primera batalla que debes ganar en contra de ti mismo. Quien no sabe vencerse no puede pretender convertirse algún día en un creador, en un dador de vida. Como deber intuir, la época por la que estás pasando es la más ardua, la más difícil, la que te llevará a combates contra ti nada fáciles de superar. Por algo es la época que se saltan todos, el estado de conciencia que no soportan, la angustia de estar consigo mismos que prefieren rechazar. Esta es la prueba definitiva. No busques atajos porque no los hay. Ahí, en el interior de la ballena, debes convocar a todos tus fantasmas y librar con ellos la gran batalla de la soledad. Más adelante tus personajes se nutrirán y se alimentarán de estos instantes por los que estás atravesando, toda tu obra girará en torno a estos espíritus que ahora tanto te atormentan, que te hieren, que te maltratan y te torturan de día y de noche sin dejarte respirar. Tranquilo. Los irás reconociendo poco a poco, te serán familiares con el paso del tiempo, y luego los vencerás para obligarlos a convertirse en tus grandes aliados, en tus mejores soldados. Tu inconsciente es el gran pozo de donde nacerá toda tu obra. Conócelo, enfréntalo, ámalo. Al final, listo ya para comenzar la construcción de una nueva realidad, te llegará la época de la concentración y la disciplina, el trabajo diario con las palabras, los trucos del oficio. Y llegará también el momento de la edición, de tus libros en las librerías, y te parecerá mentira que tú hayas sido capaz de tanta paciencia y tanta terquedad. Pero si no cruzas correctamente el período de tu formación, todo el resto será una farsa y una pantomima de muy baja calidad. Sé que no puedo serte útil en este momento, Alfonso, que estás sólo, sin brújula, sin un abrazo, sin nadie que te reconforte ni te dé alientos. Pero si de algo te sirve, quiero decirte que tus cuentos son magníficos, que tengo fe en ti, que creo en tu talento y que estoy seguro de que un día tendré el placer de leer para regocijarme en la hondura de tus personajes y en la honestidad de tus historias.
Que Hermes, el dios del lenguaje, te sea propicio.
Tu profesor,
Efraín
La Biblia Satánica - Lavey (Apuntes)
La Biblia Satánica - Lavey (Apuntes)
En esto hallarás verdad —y fantasía. Cada una es necesaria para que exista la otra; pero deben ser reconocidas por lo que son. Puede que no te guste lo que veas —¡pero verás!
Para poder volver a aprender la Ley de la Selva, será suficiente una pequeña y breve diatriba. Cada verso es un infierno. Cada palabra es una lengua de fuego. ¡Las llamas del Infierno arden ferozmente y purifican!. Leed y aprended la Ley.
2. Pongo en duda todas las cosas. Colocándome ante las podridas y barnizadas fachadas de vuestros más excelsos dogmas morales, escribo con letras de llameante desprecio: «¡Ojo! ¡Mucho cuidado! ¡Todo esto es un fraude!.
11.¡Destronemos los sofismas establecidos, arranquémoslos de raíz, quemémoslos y destruyámoslos, pues son una amenaza para toda la auténtica nobleza del pensamiento y la acción!
3. ¿Puede la víctima desgarrada y ensangrentada "amar" las fauces ensangrentadas que le van arrancando miembro tras miembro?
8. Benditos sean los valientes, pues ellos obtendrán grandes tesoros... ¡ Malditos sean los que creen en el bien y en el mal, pues se dejan asustar por sombras!
Para poder asegurar la propagación de la especie, la naturaleza ha hecho de la lujuria el segundo instinto más poderoso; siendo el primero el instinto de conservación.
"Que ningún ultraje quede sin castigar, Sé como un león en el combate. ¡Sé peligroso incluso en la derrota!"
(Aún con todas sus amenazas de condenación eterna y almas rostizadas, los misioneros Cristianos se han topado con algunos que no eran tan rápidos para tragarse sus boberías. Al igual que la belleza, el dolor y el placer están en el ojo de quien observa. Así pues, cuando los misioneros se aventuraron a Alaska y advirtieron a los Esquimales de los horrores del Infierno y del lago de fuego que esperaba a todos los transgresores, preguntaron ansiosamente: “¡¿Y cómo llegamos allá?!”)
En el lenguaje popular, el término "sádico" describe a alguien que obtiene placer de la brutalidad indiscriminada. Sin embargo, un verdadero sádico es selectivo. De la amplia reserva de víctimas apropiadas, escoge cuidadosamente, y se deleita dándoles a quienes gustan vivir en el dolor la satisfacción de sus deseos. ¡El sádico "bien adaptado" es epicúreo al seleccionar aquellos en quienes su energía será bien invertida! ¡Si una persona es lo bastante saludable para admitir que es un masoquista y disfruta siendo esclavizado y azotado, un sádico verdadero estará dichoso de participar!
La vida es la gran indulgencia, la muerte la gran abstinencia. Para una persona que esté satisfecha con su vida terrena, la vida es como una fiesta, y a nadie le gusta irse de una buena fiesta. Por la misma razón, si una persona está pasando bien aquí en la tierra, no dejará esta vida tan fácil por la promesa de una vida futura de la que no sabe nada.
Solo si el Yo de una persona está lo suficiente satisfecho puede permitirse ser amable y lisonjero con otros, sin privarse por ello de su autoestima. Generalmente pensamos que alguien jactancioso y fanfarrón es una persona con un ego muy grande; cuando en realidad, su actitud es consecuencia de una necesidad de satisfacer su ego empobrecido.
Leviatán, el gran dragón del abismo de las aguas ruge en el mar de ira, y estas invocaciones son sus tribunales.
¿Cuántos hay que queden aún en la gloria de la Tierra, que no verán la muerte hasta que se derrumbe la casa y se hunda el dragón?
Los paraísos artificiales - Bauldelaire (Apuntes)
Los paraísos artificiales - Bauldelaire (Apuntes)
El vino es semejante al hombre: no sabe jamás hasta qué punto se lo puede estimar o despreciar, amar o aborrecer, ni de cuántos actos sublimes o delitos monstruosos es capaz. Por consiguiente, no seamos más crueles con él que con nosotros mismos y tratémoslo como igual.
Hay en el globo terráqueo una multitud innumerable y sin nombre, cuyo sueño no adormecería bastante los sufrimientos. El vino compone para ella canciones y poemas.
La tercera fase, separada de la segunda por un acrecentamiento de la crisis, por una embriaguez vertiginosa seguida por un malestar nuevo, es algo indescriptible. Es lo que los orientales denominan el kief; la bienaventuranza absoluta. Ya no se trata de algo remolinante y tumultuoso. Es una beatitud apacible e inmóvil. Quedan resueltos todos los problemas filosóficos. Todas las cuestiones difíciles contra las cuales batallan los teólogos y que desesperan a la humanidad razonadora, son límpidas y claras. Todas las contradicciones se transforman en unidad. El hombre ha pasado a ser Dios.
Pongo fin a este artículo con unas bellas palabras que no me pertenecen, pues son de un notable filósofo poco conocido, Barbereau, teórico musical y profesor del Conservatorio. Me hallaba junto a él en una sociedad donde algunas personas habían tomado el dichoso veneno y me dijo en tono de desprecio infinito: «No comprendo por qué el hombre racional y espiritual utiliza medios artificiales para alcanzar la beatitud poética, pues el entusiasmo y la voluntad bastan para elevarlo a una existencia sobrenatural. Los grandes poetas, los filósofos, los profetas, son seres que mediante el puro y libre ejercicio de la voluntad llegan a un estado en el que son al mismo tiempo, la causa y el efecto, el sujeto y el objeto, el hipnotizador y sonámbulo».
Esa agudeza del pensamiento, ese entusiasmo de los sentidos y la mente, han tenido que parecer al hombre de todas las épocas el mejor de los bienes; por eso, sin tener en cuenta más que el placer inmediato y sin que le preocupe violar las leyes de su constitución, ha buscado en la ciencia física, en la farmacia, en las bebidas más groseras y en los perfumes más sutiles, bajo todos los climas y en todos los tiempos, la manera de huir, aunque sea por unas horas, de su habitáculo de fuego
Unos, llenos con su vida ordinaria, sus deseos, sus preocupaciones y sus vicios, se combinan de una manera más o menos rara con los objetos entrevistos durante el día, que se han fijado indiscretamente en la vasta tela de su memoria. Ése es el sueño natural, el hombre mismo. ¡Pero la otra clase de sueño, el sueño absurdo, imprevisto, sin relación ni conexión con la índole, la vida y las pasiones del durmiente! Este sueño al que llamaré jeroglífico representa, evidentemente, el aspecto sobrenatural de la vida y, precisamente porque es absurdo, los antiguos lo creyeron divino. Como no era posible explicarlo por causas naturales, le atribuyeron una causa exterior al hombre y todavía al presente, sin hablar de los onirománticos, existe una escuela filosófica que ve en los sueños de esa clase ora un reproche ora un consejo; en resumen, un cuadro simbólico y moral engendrado en la mente misma del durmiente. Es un diccionario que hay que examinar, un idioma cuya clave pueden obtener los sabios.
Os ha invadido el demonio y es inútil reaccionar contra esa hilaridad, dolorosa como un cosquilleo. De vez en cuando os reís de vosotros mismos, de vuestra necedad y de vuestra locura y vuestros camaradas, si los tenéis, se ríen de vuestro estado y del suyo, pero como lo hacen sin malicia, no les guardáis rencor.
Me vi obligado a explicarle largamente (¡qué fatiga!) lo que era el dulce de cáñamo y para qué servía, repitiéndole sin cesar que no había peligro alguno, que no existía para él motivo de alarma y que yo sólo pedía un medio de atenuación o de reacción e insistiendo frecuentemente en el sincero pesar que experimentaba al causarle semejante molestia. Por fin —y comprenda usted toda la humillación que contenían para mí esas palabras— me rogó simplemente que me retirara. Tal fue la recompensa de mi caridad y mi benevolencia exageradas. Fui a la reunión y no escandalicé a nadie. Nadie adivinó los sobrehumanos esfuerzos que me vi obligado a hacer para parecerme a todos. Pero nunca olvidaré las torturas de una embriaguez ultra-poética, preñada por el decoro y contrariada por el deber».
Por así decirlo, yo era un trozo de hielo que pensaba y me consideraba una estatua tallada en un bloque de hielo y esa loca alucinación me causaba tal orgullo y tal bienestar moral, que me sería imposible definirlo. Lo que aumentaba mi goce abominable era la certidumbre de que todos los concurrentes ignoraban mi estado y la superioridad que tenía sobre ellos y, por añadidura, la dicha de pensar que mi compañero no había sospechado un solo instante qué raras sensaciones me poseían. Mi disimulo obtenía su recompensa y mi voluptuosidad excepcional era un secreto auténtico.
¿Quién es el filósofo francés que para burlarse de las doctrinas alemanas modernas decía: «Soy un dios que ha comido mal?». Esa ironía no afectaría a un hombre exaltado por el hachís, quien replicaría tranquilamente: «Es posible que haya comido mal, pero yo soy un Dios».
Pero esta vez ya no se trata de rebelión ni de lucha. La lucha y la rebelión implican siempre cierta cantidad de esperanza, en tanto que la desesperación es siempre muda. Allí donde no hay remedio, los dolores más grandes se resignan. Las puertas, en otro tiempo abiertas para el regreso, se han cerrado, y el hombre avanza con docilidad hacia su destino.
El autor no trata ya de persuadirnos de que las Confesiones fueron escritas, por lo menos en parte, en beneficio de la sanidad pública. Tenían por objeto, nos dice con más franqueza, mostrarnos el poder que tiene el opio de aumentar la facultad natural de la fantasía. Soñar magníficamente no es un don concedido a todos los mortales, e inclusive, en quienes lo poseen, corre el riesgo de que cada vez los disminuya más la disipación moderna en aumento constante y el progreso material turbulento. La facultad del ensueño es una facultad misteriosa y divina, pues por medio del sueño se comunica el hombre con el tenebroso mundo que lo rodea. Pero esa facultad necesita la soledad para desarrollarse libremente; cuanto más se concentra el hombre es tanto más capaz de soñar amplia y profundamente.
En fin, para expresarme de una manera más concisa, ¿no sería fácil probar, mediante una comparación filosófica entre las obras de un artista maduro y el estado de su alma cuando era niño, que el genio no es sino la infancia claramente formulada, dotada ahora de órganos viriles y potentes para poder expresarse? No tengo la pretensión, sin embargo, de entregar esta idea a la filosofía como algo más que pura conjetura.
Hay en todo ello muchas cosas que atañen a los médicos. Ahora bien, yo quiero hacer un libro, no de pura fisiología, sino de moral sobre todo. Quiero probar que los buscadores de paraísos hacen su infierno, lo preparan y lo profundizan con éxito, la previsión del cual tal vez los espantaría.
Juventud - Coetzee (Apuntes)
Juventud - Coetzee (Apuntes)
Está en Inglaterra, en Londres; tiene trabajo, un trabajo como Dios manda, mejor que la enseñanza, por el que le pagan un sueldo. Ha escapado de Sudáfrica. Todo va bien, ha alcanzado su primer objetivo, debería estar contento. De hecho, a medida que pasan las semanas, se siente más y más abatido. Tiene ataques de pánico, que le cuesta superar. En la oficina no hay nada más que superficies metálicas a la vista. Bajo el destello sin sombra de la iluminación de neón, siente su alma amenazada. El edificio, un bloque de hormigón y cristal desnudos, parece desprender un gas inodoro, incoloro, que se le cuela en la sangre y lo atonta. IBM, podría jurarlo, le está matando, le está convirtiendo en un zombi.
Hace un siglo los poetas se enajenaban con opio o alcohol para informar de sus experiencias visionarias desde el borde de la locura. De este modo se convertían en videntes, profetas del futuro. El opio y el alcohol no son para él, le asustan demasiado los efectos que podrían tener en su salud. Pero ¿es que el cansancio y el abatimiento no pueden llevar a cabo el mismo trabajo? ¿Es que vivir al borde del colapso psicológico no equivale a vivir al borde de la locura? ¿Por qué es un sacrificio mayor, una renuncia mayor de la personalidad, esconderse en una buhardilla de la Rive Gauche por la que no pagas alquiler o vagar de café en café, sin afeitar, sucio, maloliente, gorreando copas a los amigos, que vestir un traje oscuro y hacer un
trabajo de oficina que te aniquila el alma y rendirse a la soledad hasta la muerte o al sexo sin deseo? Sin duda, la absenta y las ropas harapientas ya han pasado de moda. Y de todas maneras ¿qué tiene de
heroico timarle el alquiler al casero?
En la época romántica los artistas enloquecían a escala desmesurada. La locura manaba de ellos en ríos de versos delirantes o grandes goterones de pintura. Esa época ha terminado: la locura de él, si es que su destino ha de ser el de padecer locura, será diferente: tranquila, discreta. Se sentará en un rincón, tenso y encorvado, como el hombre de la toga del grabado de Durero, esperando pacientemente a que acabe su temporada en el infierno. Y cuando haya pasado será más fuerte por haber resistido.
La prosa es como una extensión lisa de agua tranquila sobre la que uno puede ir añadiendo cosas a placer, dibujando sobre la superficie.
Una vez, cuando todavía era un niño inocente, creyó que la inteligencia era el único criterio importante, que mientras fuera lo bastante listo podría conseguir cualquier cosa que deseara. Ir a la universidad le puso
en su sitio. La universidad le enseñó que no era el más listo, ni mucho menos. Y ahora se enfrenta a la vida real, donde ni siquiera hay exámenes en los que apoyarse. Por lo visto, en la vida real lo único que sabe hacer bien es sentirse deprimido. En el sufrimiento sigue siendo el mejor de la clase. La cantidad de miserias que es capaz de atraer y mantener parece no tener límite. Incluso mientras camina lenta y pesadamente por las frías calles de esta ciudad extraña, sin rumbo, andando solo para cansarse y que así cuando regrese a su cuarto al menos pueda dormir, no siente en su interior la menor disposición a romper el peso del sufrimiento. El sufrimiento es su elemento. Se siente en casa en el sufrimiento, como pez en el agua. Si abolieran el
sufrimiento, no sabría qué hacer con su vida.
La felicidad, se dice, no enseña nada. El sufrimiento, por otra parte, te curte para el futuro. El sufrimiento es la escuela del alma. Entre las aguas del sufrimiento se emerge en la lejana orilla purificado, fuerte, listo para afrontar de nuevo los retos de la vida del arte.
Sin embargo, el sufrimiento no sienta como un baño purificador. Al contrario, te sientes como en una piscina llena de agua sucia. De cada nuevo sufrimiento no se emerge más brillante y más fuerte, sino más tonto y blando. ¿Cómo actúa en realidad la acción limpiadora que se atribuye al sufrimiento? ¿Es que no se ha sumergido uno a suficiente profundidad? ¿Habrá que nadar más allá del mero sufrimiento en pos de la melancolía y la locura? Todavía no ha conocido a nadie que pueda calificarse con propiedad de loco, pero no ha olvidado a Jacqueline, que, en sus propias palabras, «estaba en tratamiento», y con quien compartió a intervalos un apartamento de una sola habitación durante seis meses. En ningún momento Jacqueline resplandeció con el divino y estimulante fuego de la creatividad. Al contrario, estaba obsesionada consigo misma, era impredecible, una compañía agotadora. ¿Esa es la clase de persona con la que debe rebajarse a estar antes de convertirse en artista? Y en cualquier caso, loco o abatido, ¿cómo escribir cuando el cansancio es como una mano enguantada que te agarra el cerebro y te lo estruja? ¿O, de hecho, lo que a él le gusta llamar cansancio es una prueba, una prueba disimulada, una prueba que falla siempre? Después del cansancio, ¿vendrán más pruebas, tantas como círculos hay en el infierno de Dante? ¿Es el cansancio simplemente la primera prueba que tuvieron que pasar los grandes maestros, Holderlin y Blake, Pound y
Eliot? Ojalá se le concediera la oportunidad de despertar y, solo por un minuto, solo por un segundo, saber lo que es arder con el fuego sagrado del arte.
Sufrimiento, locura, sexo: tres maneras de convocar en él el fuego sagrado. Ha visitado los tramos inferiores del sufrimiento, ha estado en contacto con la locura; ¿qué sabe del sexo? El sexo y la creatividad van juntos, todo el mundo lo dice, y él no lo pone en duda. Porque son creadores, los artistas conocen el secreto del amor. Las mujeres ven el fuego que arde en el artista gracias a una facultad instintiva. Ellas no
poseen el fuego sagrado (salvo excepciones: Safo, Emily Bronté). En la búsqueda del fuego que les falta, el fuego del amor, las mujeres persiguen a los artistas y se entregan a ellos. Al hacer el amor los artistas y sus amantes experimentan brevemente, de manera tentativa, la vida de los dioses. De esta experiencia el artista regresa a su trabajo enriquecido y fortalecido, la mujer vuelve a su vida transfigurada.
Sigue sorprendiéndole que la gente pueda ser tan lista como lo es en la industria informática y que sin embargo no tengan otros intereses más allá de los precios de la vivienda y los coches. Había creído que se
trataba de una manifestación de la famosa ignorancia de la clase media inglesa, pero Ganapathy no es mejor.
En el fondo no siente el menor respeto por ninguna versión de pensamiento que pueda materializarse en el sistema de circuitos de un ordenador. Cuanto más se mete en la informática, más le recuerda al ajedrez: un mundo pequeño y cerrado definido por reglas inventadas que atrae a chicos con cierto temperamento susceptible y los vuelve medio locos, igual que él está medio loco, para que en todo momento piensen, engañados, que están jugando cuando en realidad el juego está jugando con ellos.
Además, ha leído a Allen Ginsberg, ha leído a William Burroughs. Sabe lo que Norteamérica hace con los
artistas: los vuelve locos, los encierra, los expulsa.
Es muy consciente de que su fracaso como escritor y su fracaso como amante van tan estrechamente ligados que muy bien podrían ser la misma cosa.
Está en Inglaterra, en Londres; tiene trabajo, un trabajo como Dios manda, mejor que la enseñanza, por el que le pagan un sueldo. Ha escapado de Sudáfrica. Todo va bien, ha alcanzado su primer objetivo, debería estar contento. De hecho, a medida que pasan las semanas, se siente más y más abatido. Tiene ataques de pánico, que le cuesta superar. En la oficina no hay nada más que superficies metálicas a la vista. Bajo el destello sin sombra de la iluminación de neón, siente su alma amenazada. El edificio, un bloque de hormigón y cristal desnudos, parece desprender un gas inodoro, incoloro, que se le cuela en la sangre y lo atonta. IBM, podría jurarlo, le está matando, le está convirtiendo en un zombi.
Hace un siglo los poetas se enajenaban con opio o alcohol para informar de sus experiencias visionarias desde el borde de la locura. De este modo se convertían en videntes, profetas del futuro. El opio y el alcohol no son para él, le asustan demasiado los efectos que podrían tener en su salud. Pero ¿es que el cansancio y el abatimiento no pueden llevar a cabo el mismo trabajo? ¿Es que vivir al borde del colapso psicológico no equivale a vivir al borde de la locura? ¿Por qué es un sacrificio mayor, una renuncia mayor de la personalidad, esconderse en una buhardilla de la Rive Gauche por la que no pagas alquiler o vagar de café en café, sin afeitar, sucio, maloliente, gorreando copas a los amigos, que vestir un traje oscuro y hacer un
trabajo de oficina que te aniquila el alma y rendirse a la soledad hasta la muerte o al sexo sin deseo? Sin duda, la absenta y las ropas harapientas ya han pasado de moda. Y de todas maneras ¿qué tiene de
heroico timarle el alquiler al casero?
En la época romántica los artistas enloquecían a escala desmesurada. La locura manaba de ellos en ríos de versos delirantes o grandes goterones de pintura. Esa época ha terminado: la locura de él, si es que su destino ha de ser el de padecer locura, será diferente: tranquila, discreta. Se sentará en un rincón, tenso y encorvado, como el hombre de la toga del grabado de Durero, esperando pacientemente a que acabe su temporada en el infierno. Y cuando haya pasado será más fuerte por haber resistido.
La prosa es como una extensión lisa de agua tranquila sobre la que uno puede ir añadiendo cosas a placer, dibujando sobre la superficie.
Una vez, cuando todavía era un niño inocente, creyó que la inteligencia era el único criterio importante, que mientras fuera lo bastante listo podría conseguir cualquier cosa que deseara. Ir a la universidad le puso
en su sitio. La universidad le enseñó que no era el más listo, ni mucho menos. Y ahora se enfrenta a la vida real, donde ni siquiera hay exámenes en los que apoyarse. Por lo visto, en la vida real lo único que sabe hacer bien es sentirse deprimido. En el sufrimiento sigue siendo el mejor de la clase. La cantidad de miserias que es capaz de atraer y mantener parece no tener límite. Incluso mientras camina lenta y pesadamente por las frías calles de esta ciudad extraña, sin rumbo, andando solo para cansarse y que así cuando regrese a su cuarto al menos pueda dormir, no siente en su interior la menor disposición a romper el peso del sufrimiento. El sufrimiento es su elemento. Se siente en casa en el sufrimiento, como pez en el agua. Si abolieran el
sufrimiento, no sabría qué hacer con su vida.
La felicidad, se dice, no enseña nada. El sufrimiento, por otra parte, te curte para el futuro. El sufrimiento es la escuela del alma. Entre las aguas del sufrimiento se emerge en la lejana orilla purificado, fuerte, listo para afrontar de nuevo los retos de la vida del arte.
Sin embargo, el sufrimiento no sienta como un baño purificador. Al contrario, te sientes como en una piscina llena de agua sucia. De cada nuevo sufrimiento no se emerge más brillante y más fuerte, sino más tonto y blando. ¿Cómo actúa en realidad la acción limpiadora que se atribuye al sufrimiento? ¿Es que no se ha sumergido uno a suficiente profundidad? ¿Habrá que nadar más allá del mero sufrimiento en pos de la melancolía y la locura? Todavía no ha conocido a nadie que pueda calificarse con propiedad de loco, pero no ha olvidado a Jacqueline, que, en sus propias palabras, «estaba en tratamiento», y con quien compartió a intervalos un apartamento de una sola habitación durante seis meses. En ningún momento Jacqueline resplandeció con el divino y estimulante fuego de la creatividad. Al contrario, estaba obsesionada consigo misma, era impredecible, una compañía agotadora. ¿Esa es la clase de persona con la que debe rebajarse a estar antes de convertirse en artista? Y en cualquier caso, loco o abatido, ¿cómo escribir cuando el cansancio es como una mano enguantada que te agarra el cerebro y te lo estruja? ¿O, de hecho, lo que a él le gusta llamar cansancio es una prueba, una prueba disimulada, una prueba que falla siempre? Después del cansancio, ¿vendrán más pruebas, tantas como círculos hay en el infierno de Dante? ¿Es el cansancio simplemente la primera prueba que tuvieron que pasar los grandes maestros, Holderlin y Blake, Pound y
Eliot? Ojalá se le concediera la oportunidad de despertar y, solo por un minuto, solo por un segundo, saber lo que es arder con el fuego sagrado del arte.
Sufrimiento, locura, sexo: tres maneras de convocar en él el fuego sagrado. Ha visitado los tramos inferiores del sufrimiento, ha estado en contacto con la locura; ¿qué sabe del sexo? El sexo y la creatividad van juntos, todo el mundo lo dice, y él no lo pone en duda. Porque son creadores, los artistas conocen el secreto del amor. Las mujeres ven el fuego que arde en el artista gracias a una facultad instintiva. Ellas no
poseen el fuego sagrado (salvo excepciones: Safo, Emily Bronté). En la búsqueda del fuego que les falta, el fuego del amor, las mujeres persiguen a los artistas y se entregan a ellos. Al hacer el amor los artistas y sus amantes experimentan brevemente, de manera tentativa, la vida de los dioses. De esta experiencia el artista regresa a su trabajo enriquecido y fortalecido, la mujer vuelve a su vida transfigurada.
Sigue sorprendiéndole que la gente pueda ser tan lista como lo es en la industria informática y que sin embargo no tengan otros intereses más allá de los precios de la vivienda y los coches. Había creído que se
trataba de una manifestación de la famosa ignorancia de la clase media inglesa, pero Ganapathy no es mejor.
En el fondo no siente el menor respeto por ninguna versión de pensamiento que pueda materializarse en el sistema de circuitos de un ordenador. Cuanto más se mete en la informática, más le recuerda al ajedrez: un mundo pequeño y cerrado definido por reglas inventadas que atrae a chicos con cierto temperamento susceptible y los vuelve medio locos, igual que él está medio loco, para que en todo momento piensen, engañados, que están jugando cuando en realidad el juego está jugando con ellos.
Además, ha leído a Allen Ginsberg, ha leído a William Burroughs. Sabe lo que Norteamérica hace con los
artistas: los vuelve locos, los encierra, los expulsa.
Es muy consciente de que su fracaso como escritor y su fracaso como amante van tan estrechamente ligados que muy bien podrían ser la misma cosa.
A la gente normal le cuesta ser mala. La gente normal, cuando notan que aflora en ellos la maldad, beben, insultan, cometen actos violentos. Para ellos la maldad es como una fiebre: quieren expulsarla de su organismo, quieren volver a la normalidad. Pero los artistas tienen que vivir con su fiebre, de la naturaleza que sea, buena o mala. La fiebre es lo que los hace artistas; hay que mantenerla con vida. Por eso los artistas nunca pueden mostrarse plenamente al mundo: tienen que tener siempre un ojo mirando a su interior. En cuanto a las mujeres que persiguen artistas, no son del todo de fiar. Puesto que así como el espíritu del artista es al tiempo llama y fiebre, la mujer que anhela el roce de las lenguas de fuego hará cuanto pueda por enfriar la fiebre y hacer que el artista tenga los pies en el suelo. Por tanto, hay que resistirse a las mujeres incluso cuando se las ama. No puede permitírseles que se acerquen a la llama lo suficiente para arrancarla.
De la comunidad del anillo
Si usted está compartiendo las imágenes de burla gay a la policía, recuerde que lo que se evidencia es un caso de violación. Si fuera una mujer la que hubiera vivido ese episodio, posiblemente usted no estaría tomándolo en son de burla, sino compadeciéndose de un acto tan cruel como es el forzar al otro. Si usted cree que la violación es algo que genera risa, solo imagínese despertando sin acordarse de la noche y con su trasero sangrando. Si sigue riéndose después de hacer ese ejercicio, posiblemente usted no tenga la culpa de ese estadio de mediocridad en el vive, pero ojalá llegue el momento en el cual pueda reaccionar como ser humano y aleje el el imbécil social que está mostrando en este momento.
Capitulo 8 - Paso 10 - El método - Neil Strauss
Capítulo 8
A primera vista puede parecer que la sexualidad masculina asola el mundo; hay clubes de striptease, páginas web pornográficas, revistas como Maxim y anuncios provocativos por todas partes. Pero, a pesar de todo ello, el verdadero deseo masculino a menudo permanece reprimido.
Los hombres piensan mucho más en el sexo de lo que están dispuestos a admitir delante de las mujeres. Los profesores piensan en tirarse a sus alumnas, los padres piensan en tirarse a las amigas de sus hijas, los médicos piensan en tirarse a sus pacientes. Y, ahora mismo, por cada mujer a la que le quede una pizca de atractivo, probablemente habrá un hombre en algún lugar que se esté masturbando pensando en ella. Y puede que ella ni siquiera lo conozca. Puede ser que sea un hombre de negocios que pasó a su lado por la calle o el estudiante universitario que se sentó delante de ella en el metro. Y, si un hombre le dice lo contrario a una mujer, es porque quiere acostarse con ella, o con alguna otra mujer que puede oír sus palabras. La gran mentira de las citas modernas es que, para acostarse con una mujer, un hombre debe actuar como si no deseara hacerlo.
Lo que más les cuesta entender a las mujeres es la obsesión de los hombres por las strippers, las estrellas porno y las chicas adolescentes. Les resulta reprobable porque eso amenaza su realidad. Si eso es lo que desean los hombres ¿dónde quedan entonces sus fantasías sobre una vida feliz en pareja? Las mujeres estarían condenadas a convivir que, en vez de ellas, preferiría estar con la modelo de Victoria’s Secret o con la hija del vecino o con la dominatrix de los videos que esconde en el armario. Además, mientras una mujer envejece, siempre habrá otra que tenga dieciocho años. El amor se estrella contra la posibilidad de que lo que realmente quiera un hombre no sea una persona sino un cuerpo.
Afortunadamente, eso no es todo. Hay algo más. Los hombres pensamos mediante imágenes; de ahí que a menudo nos dejemos engañar por las imágenes. Pero lo cierto es que la fantasía a menudo supera la realidad. Yo acababa de aprender esa lección. La mayoría de los hombres la aprenden antes o después. Mystery creía que sería feliz viviendo con dos mujeres que se quisieran tanto entre sí como lo querían a él, pero, con el tiempo, lo más probable era que las chicas se aliaran contra él y que Mystery acabará siendo tan desgraciado como lo había sido con Katya.
Los hombres no somos perros. Lo que pasa es que creemos que lo somos, y, en ocasiones, actuamos como si lo fuésemos. Pero, gracias a su fe en nuestra naturaleza más noble, las mujeres tienen el increíble poder de sacar a relucir lo mejor de nosotros mismos. Ésa es una de las razones por las que los hombres tienden a huir de cualquier compromiso, y, en algunos casos, como el de Mystery, incluso se rebelan contra éste esforzándose por sacar a relucir lo peor que hay en cada mujer.
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